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“Dijo también el Señor: Simón, Simón, Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo” (Lucas 22:31).

Usted debe entender que Satanás busca cernir sólo a aquellos que amenazan a su trabajo. El va en contra del árbol que tiene el potencial de producir más fruto. Pero ¿por qué deseaba el diablo cernir a Pedro? ¿Por qué estaba tan ansioso de probarlo? Bueno, por tres años Pedro había estado echando fuera demonios y sanando enfermos. ¡Satanás había escuchado a Jesús prometer a sus discípulos otro bautismo, un bautismo con el Espíritu Santo y fuego – y lo hizo temblar! Ahora, Satanás escuchó el último plan de Dios para Pedro. El se dio cuenta que los últimos tres años serían nada comparados con las grandes obras que Pedro y los otros discípulos harían. Habiendo ya agarrado a Judas, él tendría que buscar algo corrupto en Pedro para construir sobre eso y hacer que la fe de Pedro falle.

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La Palabra dice hablando de la adúltera, “la mujer caza la preciosa alma del varón” (Proverbios 6:26). La mujer a la cual se refiere este verso es Satanás. Y él caza aquellos que son preciosos para Dios.

La Biblia nos da una ilustración gráfica de esto en Números 13 y 14. Israel había enviado a doce espías a examinar la Tierra Prometida. Cuando los espías retornaron después de cuarenta días, diez de ellos plantaron tres mentiras en los corazones del pueblo de Dios: (1) “Hay muchos habitantes en esa tierra; son demasiado fuertes para nosotros.” (2) “Las ciudades tienen muros muy altos; son impenetrables.” Y (3) “Hay gigantes en esa tierra, y no podremos contra ellos. ¡Estamos indefensos! ¡Estamos acabados!”

Estas mentiras quitaron el coraje del corazón de Israel. La Escritura dice que el pueblo pasó una noche de desesperación. “Entonces toda la congregación gritó y dio voces; y el pueblo lloró aquella noche” (Números 14:1). Más de 2 millones de personas estaban llorando, gimiendo, lamentándose – enfocados solamente en sus debilidades e inhabilidades. Su lamento de incredulidad bombardeó los cielos.

Amado, el diablo arroja las mismas tres mentiras hacia el pueblo de Dios hoy día. “Tus pruebas son muy numerosas. Tus tentaciones son muy abrumadoras. Tú eres muy débil para poder resistir el poder que viene contra ti.”

La palabra que Dios le habló a Israel es también para nosotros hoy día: “Vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra” (Éxodo 19:5). “Porque eres pueblo santo a Jehová, tu Dios, y Jehová te ha escogido para que le seas un pueblo único [precioso, especial] entre todos los pueblos que están sobre la tierra” (Deuteronomio 14:2).

Josué y Caleb tenían una revelación de su preciosidad ante los ojos de Dios. Ellos sabían que Israel era especial para el Señor. Esa era la clave del espíritu de esperanza que ellos tenían. Josué dijo, “Si Jehová se agrada de nosotros, él nos llevará a esta tierra y nos la entregará” (Números 14:8). En otras palabras, “Porque Él se deleita en nosotros, la tierra es ya como nuestra.”

Esta es la misma revelación que tuvo David: “Me sacó a lugar espacioso; me libró, – porque se agradó de mí.” De igual manera, cada Cristiano victorioso tiene esta misma revelación de su amoroso Padre celestial. “¡No podemos fallar! Todos nuestros enemigos son pan comido para nosotros, porque somos preciosos para el Señor.”

BY DAVID WILKERSON

Hace 146 años las costas del extremo sur del continente americano eran testigos de un hecho insólito. Un misionero inglés, capitán Allan Garden, con seis compañeros había desembarcado con la intensión de evangelizar a los indios patagones. Estos eran hostiles a los misioneros y no les prestaron ni atención ni albergue. El capitán y sus compañeros tuvieron que cazar y pescar para poder comer. Al tiempo la pólvora era escasa y húmeda y sus redes se rompían con los hielos flotantes. El grupo no tuvo otra alternativa que esperar junto al mar el barco de reabastecimiento que debía venir…pero que llegó demasiado tarde. Todo los víveres se agotaron. El frío, el viento constante, el hambre, fueron debilitándolos, y solos, lejos de sus seres queridos, lejos de todo el mundo civilizado, uno a uno fueron muriendo. El capitán Gardner mantuvo un diario de los hechos de esos días, de sus pensamientos y oraciones, hasta que no tuvo ya fuerzas para seguir escribiendo. En una roca, quizás con un último esfuerzo, pintó una flecha. Apuntaba hacia la cueva que cobijaba los cuerpos de sus amigos. Y también pintó una cita bíblica, Salmos 62:5-8.

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